Cristianos sirios, nuestros hermanos.
Comenzamos
en la Iglesia de la Ascensión una campaña, sin fecha de conclusión aún, de
oración, y Dios permita que también de acción, por el pueblo sirio, y más
concretamente por nuestros hermanos de fe que están siendo cruelmente
masacrados por DAESH.
Pretendemos usar la plataforma de PUERTA ABIERTAS para
que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos de oración, y repetimos, si Dios
nos ayuda, poder ayudar en las áreas que sea posible. Para ello comenzamos este
Proyecto haciendo la siguiente oración:
Oremos para
que esta interminable guerra pare y las heridas de la sociedad empiecen a
sanar. Oremos por reconciliación de los diferentes bandos y que la Iglesia sea
una luz en medio del caos.
"...Y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus
lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más
para la guerra" (Isaías 2:4)
Oremos para
que este pasaje se haga realidad en Siria y Oriente Medio.
Joven sirio es rescatado por Dios cuando iba a ser ejecutado por DAESH
Trae esperanza a los cristianos de Irak y Siria. Firma la PETICIÓN.
Meghrik*
viajaba de Alepo a Al-Qamishli, en el noreste de Siria, un viaje de siete horas
incluso antes de que estallara la guerra. Ahora, la guerra ha supuesto que haya
numerosos controles que obstaculizan el progreso en ese recorrido de 430 km.
Tras unas horas de viaje llegaron a otro punto de
control. Al acercarse, los viajeros pudieron ver la bandera negra y blanca del
Estado Islámico (ISIS) ondeando al viento. En la distancia podían ver la ciudad
de Raqqa, donde el ISIS tiene aún su bastión en Siria.
El conductor redujo la velocidad y se detuvo cuando un
combatiente del ISIS, vestido completamente de negro, alzó la mano. Se subieron
tres combatientes. Meghrik, que se sentaba al fondo, observó cómo empezaron a
comprobar las identificaciones de los otros pasajeros. Comenzó a sudar y
respiró hondo para calmarse.
Un combatiente se paró junto a él. “¿Eres cristiano?”,
le preguntó. Meghrik respondió que no. Fue criado por padres cristianos y el
apellido aparecía en su carné de identidad, pero ya no creía en Dios; pensaba
que el cristianismo era absurdo. “Mientes. Tu nombre dice que eres cristiano.
Ven conmigo”, le indicó el combatiente.
“El
peor de los escenarios”
El miedo lo paralizaba. Ser secuestrado por el ISIS es
el peor escenario posible para la mayoría de los cristianos de Oriente Medio.
La tortura, el sadismo, las amenazas de muerte y la presión para negar a Cristo
son solo algunas de las circunstancias a las que pueden acabar enfrentándose
los detenidos. Pero, pese a la reputación del ISIS, el soldado parecía
razonable.
Meghrik abandonó el autobús junto con una bolsa
pequeña. Mientras pasaba por al lado de los otros pasajeros, veía el terror y
el medio en sus rostros. El soldado mostró la identificación de Meghrik al
comandante en el punto de control, que respondió: “Un infiel. No puedes
proseguir tu camino”. Meghrik intentó hablar, pero le ordenaron cerrar la boca.
Meghrik fue trasladado a una casa en Raqqa. Poco
después estaba sentado en un juicio simulado frente a un juez del ISIS, que
miró su carné y concluyó que era cristiano. “Se te condena a muerte”, le dijo
el juez. Al oír Meghrik esas palabras, creyó estar viviendo una pesadilla. “No
puede ser cierto”, se decía a sí mismo. Sintió cómo le abandonaban sus fuerzas
y su corazón se llenaba de miedo. “Pero no soy cristiano, yo no creo en lo que
mis padres me enseñaron”, le confesó al juez en un susurro. “Esa es la
sentencia”, le respondió el juez.
Meghrik fue arrojado a una habitación que hacía las
veces de celda. El miedo lo mantenía despierto y tan solo esperaba que todo
fuera un gran malentendido.
Más tarde, unos hombres vestidos de negro lo llevaron
para ser ejecutado. Le ataron los brazos, le taparon los ojos y lo empujaron
dentro de un coche. Llegaron a una zona abierta tras cruzar la ciudad, donde ya
había fosas cavadas para aquellos condenados a muerte.
Con las
armas cargadas
Le quitaron la venda a Meghrik y este miró el hoyo
horrorizado. Lo empujaron hacia dentro y entonces oyó cómo los hombres cargaban
las armas. Las lágrimas caían por sus mejillas y se sintió completamente
indefenso. Pasaron los segundos pero no hubo disparo. Uno de los soldados
rompió entonces el silencio. “Puedes vivir si te conviertes al islam”, le
gritó. “Me convertiré”, respondió Meghrik, al no ver otra escapatoria.
Los hombres lo sacaron del hoyo y lo llevaron de
vuelta a la habitación donde estaba prisionero. Se sentía aliviado pero
temeroso, especialmente cuando otro hombre que estaba allí con él le dijo:
“Convertirse no sirve de nada. Te matarán igualmente”.
Al día siguiente los soldados del ISIS lo llevaron
para ser interrogado y torturado. Recibió 30 latigazos de una longitud de
cable; recibió el mismo trato durante otros dos días. Al cuarto día se enfrentó
a una nueva acusación. “Hemos comprobado tu teléfono móvil. Has insultado al
Profeta”, señaló uno de los hombres. “Mañana te mataremos. Irás con un coche
bomba o acabaremos contigo de alguna otra manera”, añadió otro hombre.
Afortunadamente para Meghrik, eso nunca llegó a
ocurrir. Uno de los líderes del ISIS lo vistió y le contó que sería llevado a
otro lugar y no sería ejecutado. Fue llevado ante otro juez del ISIS que le
dijo que pronto sería puesto en libertad.
Diez días después de haber sido secuestrado, Meghrik
salió de la prisión del ISIS portando un documento que le daba derecho a
atravesar los controles del ISIS y regresar a su casa con sus padres.
Al preguntarle por qué pensaba que no lo habían
matado, Meghrik respondió que fue la respuesta a sus oraciones, aunque no se
había sentido capaz de aceptar la existencia de Dios. “En el momento en el que
me arrojaron al hoyo para matarme le dije a Dios ‘Si existes, por favor, dame
una oportunidad para poder conocerte’”. Continuó orando por su liberación
pese a que luego fue obligado a convertirse al islam y después torturado. “Dios
cambió el corazón del juez y me liberó”, afirma ahora.
*Nombre cambiado por motivos de seguridad
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