¿Estamos realmente haciendo la voluntad de Dios?
José David Amado, 26 marzo 2017.
La primitiva iglesia cristiana, fue extendiéndose por distintas regiones del próximo oriente, hasta el occidente europeo, así que desde sus comienzos tuvo que competir con los distintos cultos paganos, costumbres y usos de los sitios a los que llegaba. Eso hizo que finalmente se tuvieran que ir sustituyendo las citadas costumbres, en su mayoría paganas, por otras cristianas. Por eso, una gran parte del calendario litúrgico sustituye a esas celebraciones de la antigüedad.
Este periodo de “CUARESMA” que estamos atravesando, en
latín cuadragésima,
se cuenta desde el Miércoles de Ceniza hasta
el Jueves Santo, son los cuarenta
días para la preparación de la Pascua, (con los
distintos cambios litúrgicos que con el tiempo se han ido produciendo, en la
actualidad son cuarenta y tres días) que simbolizan
la prueba de Jesús al permanecer durante 40 días en el desierto previos a su
misión pública. También los 40 días que duró el diluvio, además de los 40 años
de la marcha del pueblo israelita por el desierto, y también tiene mucha
relación con el calendario agrícola y el tiempo de renovación de la tierra que
se produce en primavera.
Como
se cita en la lectura de Isaías, se trata de ayunar de la comodidad, de una
vida fácil, de la mínima resistencia al pecado, de la mentalidad de grupo, del
placer por el placer. Y sobre todo, se trata de ayunar del poder, la
autocomplacencia y de la gloria personal. En definitiva, es ayunar de egoísmo, de
la insensibilidad hacia los demás…, de inhumanidad.
Se
concibe como la forma de interpretar el pasaje bíblico de Isaías, 58, 1/10, utilizado
comúnmente en la liturgia de Cuaresma por la mayoría de confesiones cristianas:
¿No es que partas tu pan con el
hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al
desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?
En este sentido de
reflexión continuaremos con la lectura del epílogo de una historia (por supuesto novelada) que leí hace algún tiempo.
Epílogo:
“Es hora de partir… llegó
el momento”… Dijo el visitante…
La respuesta que dio
revelaba nostalgia en su voz…
“Está
bien, Señor…”
Contestó. En cuestión de
segundos toda la vida pasó por su mente como un largometraje en el que se
unieron imágenes de la niñez, de la adolescencia, de la juventud y de la edad
adulta. Miró al suelo, junto a su cama; allí estaba preparada su maleta.
“¿En que
momento preparé mis cosas? ¡No recuerdo! ¡He estado tan ocupado con las cosas
del trabajo, del Club, de mis finanzas…! ¡Lástima…, no me he preocupado de mi
final!”
Todo esto lo pensó con gran
vergüenza…, así que prefirió no formular esa pregunta a Jesús, que lo esperaba
con una expresión de ternura en su rostro.
“¿De qué
serviría ahora, en este preciso momento? ¡Ya se me ha pasado el tiempo!”
Se preguntó, al razonar que
se iría para no regresar jamás.
Y fue en ese instante de
reflexión cuando valoró lo mucho que no había hecho en vida.
¡Era cierto! Llegó el
momento…, Ya no quedaba tiempo… Ya no podía volver atrás…
Le embargó una profunda
tristeza al recordar las pocas cosas importantes que había compartido con su
esposa…
¡Trabajo…, siempre había
mucho trabajo, compromisos sociales…, y muy poco tiempo para las cosas, que a
la postre, eran las más importantes!
¿Y los hijos…?
¡Tan
rápido pasaron los años, que no me di cuenta que habían crecido!
Compartió con ellos poco
más que algún cumpleaños, algún día de fútbol, y el día que el mayor se
licenció en la universidad… hacía ya…, no recordaba el tiempo.
Pero algo le inquietó aún
más. Él ahora debía rendir cuentas ante el Creador.
Personalmente, en parte
estaba satisfecho, porque había sido un hombre de fe. Pero… ¿y sus amigos…?
¿Qué pasaría cuando ellos debieran ir al tribunal de Cristo?
Él durante su vida… ¡Había
argumentado tantas preocupaciones y falta de tiempo…,! que jamás les testificó
de su fe, del Evangelio de Jesús.
¿Y mis
compañeros de trabajo? ¿Irán a la eternidad con Dios?...
No lo sabía, porque a ellos
tampoco les habló de su fe…
¿Y mi
familia? ¿Dónde irán al emprender este viaje sin retorno?... Aunque yo siempre
creí, nunca les compartí las Buenas Nuevas de Jesucristo…
Un nudo se hizo en su
garganta… Definitivamente había malgastado mucho de su tiempo, de sus talentos,
de sus oportunidades… Y aunque ahora no
le faltaban ganas, ya no tenía tiempo de rectificar nada…
“Es hora de partir… Le
recordó el Señor Jesús con amor en sus palabras… Y comenzaron a caminar más
allá de la habitación… Ya no había tiempo para más…
………. /………
La mayoría de
nosotros también estamos comenzando a escribir nuestro epílogo. Nuestro prólogo
se escribió hace muchos, muchos años, y lo que nos ha sucedido entre el prólogo
y lo que estamos comenzando a escribir, ya es historia, ya ha pasado…, y como
dice el refrán: “Aguas pasadas no mueven
las ruedas del molino”
La pregunta es: ¿Qué cuentas tenemos para rendir, buenas o
malas?
La primera parte
de la lectura el evangelio de Lucas, 12, 13/21, nos habla de cómo nuestra
naturaleza humana trata de aumentar y preservar, para nuestro futuro, los
bienes materiales, en muchas ocasiones sin tener en cuenta los bienes (Dones) que Dios ha puesto en nosotros,
y que en distintos grados, abandonamos o no nos preocupa en demasía.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche
vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
Así es el que hace para sí tesoro, y no
es rico para con Dios.
En este sentido
vemos uno de los aspectos más graves que pueden darse en nuestras vidas: Nuestra
falta de acción ante el mandato de Jesús: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…”
El protagonista
del “Epílogo” no lo hizo, así que no fue rico para con Dios.
En este mismo
instante muchos, quizá cientos o miles de personas, están partiendo a la
eternidad, y muchos de ellos, seguro que no han aceptado a Jesucristo como su
único Salvador. Es decir pasan al más allá sin Cristo.
La historia podría
ser diferente. Solo bastaría que tú o yo dedicáramos más tiempo para compartir
la palabra de Dios con todos los que tenemos a nuestro alrededor.
Muchos ya lo han
hecho en sus entornos y han decidido extender este mandato yéndose a otros
países, muy lejos de sus hogares, y predican la Palabra de Dios, o sea, que
están haciendo discípulos en otras naciones. ¿Por qué nosotros no podemos hacerlo aquí, muy cerca del nuestro?
Es
hora de realizar un inventario de nuestro pasado.
Hemos de meditar,
como le pasaba al protagonista del epílogo de la novela, que a vuelta de algunos
años, o incluso hoy mismo, nos podemos lamentar por los preciosos instantes…,
momentos…, que hemos desperdiciado.
¿Cómo
invertimos el tiempo de nuestra vida?
Cuando pensams en
este aspecto de nuestra vida, no podemos por menos que recordar la parábola de
los talentos. Que es la segunda parte del evangelio de hoy, y bajo mi punto de
vista el más importante. Lo encontramos en (Mateo
25:24-30), que resumiendo termina así:
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Hemos
sido llamados a multiplicar los talentos: ¿Cómo los invertimos?
Algunos de los lectores,
incluso yo mismo podemos tener formación o capacitación natural dada por Dios (Dones) para desarrollar nuestros “Talentos”
en nuestro entorno, pero también cabe la posibilidad que estemos desperdiciando
algo o mucho de su potencial, a veces, limitándonos únicamente a asistir a nuestras
reuniones, a nuestros Cultos, o limitándonos a entregar a Dios solo nuestro diezmo,
o en cuanto a tiempo o facultades, dejando egoístamente el 90% restante solo
para nuestro uso. Esta es una posibilidad real que todos los cristianos nos
debemos plantear.
“Por lo cual tuve
miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra…”
Pero…,
es inevitable, tarde o temprano rendiremos cuentas:
Cuando estemos en
la presencia de Dios, Él nos pedirá cuenta de nuestros “Talentos” ¿Qué le
diremos?
¿Lo del último
siervo?, o ¿lo del primero o el segundo? Sensatamente deberíamos presentar el
resultado del primer siervo:
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros
cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros cinco talentos sobre ellos.
Y
finalmente, no nos fijemos en los resultados de los demás:
Los protagonistas
de la segunda parte del evangelio de hoy no se fijaron en lo que hacían los
demás, simplemente hacían lo que tenían que hacer para multiplicar los
talentos.
El que dio a sus
siervos los talentos, no dio a todos por igual, repartió según su criterio.
Dios nos da según
nuestras capacidades, y lo que debemos hacer es ponerlos en funcionamiento.
Cuando estemos en su presencia no nos va a pedir que le devolvamos más de lo
que nos entregó, pero si nos va a pedir los intereses de lo que nos ha dado,
que será el trabajo realizado en nuestra
vida.
Fiel
en lo poco, fiel en lo mucho: Lo que hagamos por la propagación del evangelio, tendrá su
reconocimiento divino.
El apóstol Pablo
escribió también
en 1ª
Corintios 15:58
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano.”
Dios permita que
hoy comencemos a pensar honestamente: ¿Cómo
estamos invirtiendo nuestros talentos?
No dejemos que nuestras
capacidades sigan dormidas, mientras miles de personas se pierden en la
eternidad sin Cristo.
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