Domingo de Ramos
ESCRITO POR LA MUY REVERENDA MIGUELINA HOWELL
Isaías 45:21-25, o Isaías 52:13-53:12, Salmo 22:1-21, o 72:1-11, Filipenses
2:5-11, San Mateo 26:36-27:54 (55-66) ó 27:1-54 (55-66)
Hoy celebramos el inicio de un peregrinar litúrgico que nos transportará a
vivir y a conmemorar nuevamente lo que podríamos llamar la semana más difícil
en la vida terrenal de Jesús.
La Semana Santa nos permite reflexionar no tan solo en la vida y
sufrimiento de Jesús, un regalo muy valioso de la compasión de Dios hacia
nosotros. Su Gracia y Misericordia nos une al amor reconciliador a través de la
vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo que nos libera y nos da
vida.
En muchas comunidades, el servicio de hoy se inicia en un lugar afuera del
templo, con la lectura del Evangelio para la Liturgia de las Palmas y, a veces,
con procesiones por el vecindario en el cual están ubicadas nuestras
comunidades.
A menudo, durante la celebración Eucarística, el Evangelio es leído en
forma narrativa, incluyendo la participación de personas que asumen un
personaje particular en la historia de la pasión de Jesús. Estas prácticas
comunes y las lecturas bíblicas de hoy nos muestran escenarios drásticamente
cambiantes que nos llevan desde la gozosa y exuberante experiencia de la
entrada triunfal a Jerusalén hasta la triste y decepcionante respuesta del
pueblo que pide la crucifixión de Jesús.
En ese día dos procesiones entraron a Jerusalén. Los autores de La
Última Semana: Un recuento diario de la Última Semana de Jesús en Jerusalén,
describen estas dos procesiones de manera extraordinaria y concisa. Ellos
explican que una procesión entró por el este, mostrando a Jesús entrando a
Jerusalén montado en un burro. Aquellos que seguían a Jesús en el este eran el
pueblo pobre y necesitado. Esta era la procesión de la clase trabajadora. El
mensaje de esta procesión era el Reino de Dios.
La otra procesión, entrando por el oeste en el lado opuesto de la cuidad,
era la procesión del gobernador romano, Poncio Pilato. Esta procesión, en
contraste con la de Jesús, proclamaba el imperio, el poder y la violencia.
Pilato, siguiendo la tradición de previos gobernadores, entró a Jerusalén con
su caravana de dignitarios y soldados. Esta procesión servía como un
recordatorio del poder que tenía el imperio romano sobre el pueblo judío.
Los mismos autores indican que la procesión de Jesús fue una marcha
política organizada. Desde su punto de vista, esta procesión fue organizada
intencionalmente para retar los poderes políticos y para proclamar un reino de
naturaleza muy diferente a la que las personas esperaban en ese momento.
El simbolismo de la entrada triunfal de Jesús cumple con lo que dijo el
profeta Zacarías, quien predijo que un rey había de entrar a la ciudad, con
humildad, para eliminar la guerra y traer un reino de paz.
Ese primer Domingo de Ramos, Jesús proclama un reino de paz, un reino de
libertad y de equidad. Nosotros al seguir a aquel que entró a Jerusalén por el
este, aquel que sufrió y fue crucificado para darnos vida eterna, estamos
llamados a organizarnos para continuar construyendo la paz e igualdad que este
mundo tanto necesita.
En los últimos meses muchos grupos cristianos y seculares se han organizado
para marchar en contra de varias injusticas. En enero del 2017, millones de
mujeres, y sus aliados, se reunieron en marchas que se extendieron, no solo a
la capital de EE UU sino a una mayor parte de los estados y a todos los
continentes del mundo con el fin de reafirmar la necesidad de respetar los
derechos de la mujer y dar testimonio público a la necesidad de confrontar a
todo poder opresor.
La marcha fue considerada impactante no tan solo por la cantidad de
personas que participaron y la variedad de lugares en las cuales se llevaron a
cabo, sino también porque no hubo incidentes violentos durante toda su trayectoria.
Nominada La Marcha de la Mujer, esta marcha fue muy eficaz. Un
ejemplo de lo que puede lograr la unión y la organización de los pueblos,
cuando existe una visón alternativa del reino; cuando luchamos por construir
una sociedad de paz e igualdad en un mundo que tanto lo necesita.
En unos días, si participamos de La Gran Vigilia pascual o si somos
testigos de un Bautismo en Domingo de Resurrección, estaremos reafirmando
nuestro Pacto Bautismal donde prometemos perseverar en resistir al mal y
reafirmamos nuestro compromiso de proclamar con palabra y con el ejemplo las
Buenas Nuevas de Dios en Cristo; decir la verdad y decirla con amor y firmeza;
trabajar por la justicia y la paz y todo ello, con el auxilio de Dios.
En ese primer Domingo de Ramos, Cristo trajo un nuevo mensaje. Su mensaje
impregnado con el profundo amor de Dios para nosotros, es un recordatorio de
que el mundo puede ser diferente. El mundo puede escoger el amor en lugar de la
violencia. El mundo puede escoger el respeto en lugar de la discriminación. El
mundo puede escoger el camino de Jesús y no el camino del los poderes
opresores.
El construir la paz es trabajo arduo. Comienza en el corazón de cada uno de
nosotros cuando recibimos y reconocemos a Jesús, y a nuestro prójimo, como
benditos que son los que llegan en el nombre del Señor.
Sigamos el ejemplo de nuestro gran Maestro de Nazaret. Pidamos a Dios que
nos dé valentía, sabiduría y firmeza para que, como hizo Jesús, actuemos para
forjar cambios positivos en nuestra sociedad y en nuestras comunidades. No se
trata de un trabajo individual o solitario. Este trabajo requiere que
dependamos de Dios, a través de la oración, la meditación y el estudio, y que
dependemos del dialogo entre todos y el trabajo en comunidad.
El reino de Dios es un reino de paz y justicia. Seamos agentes de esa paz y
de esa justicia.
La Muy Reverenda Miguelina Howell es Deana de Christ
Church Cathedral, Hartford y Capellana de la Cámara de Obispos de la Iglesia
Episcopal. Miguelina es miembro del Consejo Asesor del Canónigo Anthony
Guillen, el Misionero Latino. También es miembro del Grupo de Trabajo que
implementa la Resolución A-086 de la Convención General sobre desarrollo y
sustentabilidad de congregaciones latinas.
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